Abrir las puertas,
abrir las alas.
Abrir la boca
y los ojos,
las heridas
y las ventanas.
Dejar que pase
-que todo pase-
la tormenta,
la hecatombe,
los derrumbes
y temblores.
Sentir mucho,
vivir con calma,
hacer las paces
con las cicatrices
de la espalda.
Dejar que entre
-que todo entre-
que permanezca,
que construya
o destruya,
que ilumine,
que oscurezca.
Dejar que suceda,
que entre o salga
la primavera.